El Camino No Elegido

El albergue de peregrinos San Martín de Rosa Urruti en Orio

Posted in Camino de la Costa, Camino del Norte, de la memoria by María Camín on junio 16, 2010

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El albergue, después de pasada la ermita, descendiendo por esa carreterilla, a unos doscientos metros, a mano izquierda. No tiene pérdida. Este lugar lo había seleccionado mientras me instruía para el viaje, a través de la lectura de la guía del Camino del Norte escrita por Paco Nadal, y que tomé prestada de la biblioteca.

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Pensando que el primer día me veía obligada a hacer una etapa larga, como era la de Irún a Donostia pero que al siguiente nada me impedía optar por un descanso reparador. La mención de la ducha de hidromasaje me inclinó por él y eso se percibe, como de algún modo uno sí que se programa para la experiencia, aunque quiera que prime, sobre todo, la espontaneidad de la vivencia. Sonando Sting y Muvrini, <<Fields of gold>>.

Había una bandera en el jardín, una ikurriña, emblema que fue creado en 1894 por los hermanos Arana, Sabino el fundador del partido nacionalista vasco, en principio para Vizcaya, pasando a declararse por primera vez oficial en 1936, siendo adoptada en 1979 por el Estatuto de Autonomía de Euskadi; una bandera en el jardín de ese hermoso caserón blanco, tejado de dos aguas, con listones o cuadrículas granates o rojas, lo que le da un aspecto primoroso. Vi que allí era el albergue e insistí en llamar a la puerta principal, donde había un perro lanoso que ladró, como por cortesía, porque agitaba el rabo sin levantarse del felpudo en el que estaba recostado, sólo que esa no era la entrada oficial. Hay que dirigirse hacia la parte trasera de la casa, una bella estatua de una mujer desnuda nos sitúa.

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Vi dos mujeres hablando allí. Luego supe que aquella era una circunstancia especial. Rosa en seguida se mostró sonriente y me acogió. La empatía fue instantánea. Había llegado, de nuevo, muy derrotada de los pies, sin talante alguno para dar un sólo paso más. Le pregunté si podía comer algo, comprometiéndola, luego caí en la cuenta de ello, y acordamos la cena. Cena y desayunos es lo que Rosa nos ofrece; su hermano y la familia de su hermano viven en el otro ala de la casa. Y para comer, después del aseo y el lavado de ropa, me las apañé para saciarme con las barritas integrales de viaje.

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Recuerdo esa tarde como una de las más felices de mi vida. Descalza por el prado naciente de margaritas, entre los árboles floridos del huerto, con el Oria a los pies, sobre una manta roja, al lado de los columpios, leyendo aquel lejano cartel que decía <<thalasa>>, y que era perfectamente descriptivo del estado del momento, con Rosa y su amiga-hermana Pilar. Un glamour de señora estupenda. Las dos tan estupendas que eso me animó a expectativizar que si pasados los cuarenta una mujer se puede sentir sensacional, como es el caso, no hay motivo alguno para que la tónica no continúe cuando se han sobrepasado los cincuenta y se camina hacia los sesenta. Las dos, en cierto sentido, muy diferentes. Y las envidié, puedo jurarlo, de una manera sana, solidaria porque ellas habían logrado una de mis aspiraciones en la vida, el triunfo y la unión de la amistad, a pesar de las distancias espirituales. Pensé en mi amiga, entonces, lo reconozco. Pensé que, si ella hubiera estado presente, podría haber comprendido a la perfección lo que yo había tratado de explicarle a lo largo de los últimos años de vínculo: <<que para ti todo se reduce a la materia y a los bienes gananciales pero que para mí existe un más allá del materialismo>>. Porque habríamos podido extrapolarnos; sólo que Pilar se ha realizado en el modo en que a esa amiga mía le gustaría poder hacerlo; sólo que Pilar tuvo verdaderos arrestos para convertirse en quién es a día de hoy.

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Cuando la tarde refrescó nos refugiamos en el cenador. Allí las vistas son igual de magníficas, el ambiente caldeado por la solana de la tarde, la madera es receptiva, el par de cervezas acompañó la conversación. Se habló de hombres, de caminos, de libros, en concreto del último que estaba leyendo Rosa; uno que le había prestado otra amiga, de Elisabeth Haich: <<Iniciación>>, de altas sacerdotisas que se doblaron ante los estragos de los apegos, del estribo en el oído. Se habló del despertar. De cuando ellas habían andado juntas el Camino, creo recordar que en el 2001; luego, al regreso, Rosa se planteó su sueño, que fue la apertura de este albergue; sueño que logró consolidar en el 2004.

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El último año un artesano de la madera se había recogido allí y la ayudó con algunas reformas. Por ejemplo, la caseta del árbol, el espectacular recibidor de la entrada, fabricado con el tronco de un árbol, los suaves regodones de río del interior de las duchas, donde yo no tuve reparo alguno en descalzarme. También hay una secadora-centrifugadora. Y unos especiales mandalas en las puertas, que Rosa misma, mística de espíritu, dibujó. Todo agradablemente limpio y ordenado. Para mí el mejor refugio del mundo.

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11 respuestas

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  1. María Camín said, on junio 16, 2010 at 11:29 am

    Albergue de Peregrinos San Martín
    Rosa Arruti
    Teléfono 617. 118. 689
    E-mail: sanmartinaterpea@yahoo.es

    Casa Arteta
    Barrio San Martín
    Orio (Guipúzcoa)
    C.P: 20810

  2. María Camín said, on junio 16, 2010 at 11:31 am

    La salida de Donosti o San Sebastian hacia Orio por el Igueldo

  3. […] y a la que le voy a hacer otro regalo, lo curioso es que luego descubriré que es prima de Rosa Urruti y, además de otros locales, había otras camareras. Pero ese inquietante pronóstico va decantado […]

  4. […] por la experiencia maravillosa del viaje. Esta era la persona que le había prestado a Rosa el libro de Elisabeth Haich. Un poco después un peregrino, Isidoro, que era un calco de un profesor de instituto y de […]

  5. […] visitar el albergue – ver información del contacto […]

  6. […] María: ¿Tú conoces a Rosa de Orio, la mujer que tiene el albergue de peregrinos? […]

  7. […] María: ¿Tú conoces a Rosa de Orio, la mujer que tiene el albergue de peregrinos? […]

  8. […] visitar el albergue – ver información del contacto […]

  9. […] y a la que le voy a hacer otro regalo, lo curioso es que luego descubriré que es prima de Rosa Urruti y, además de otros locales, había otras camareras. Pero ese inquietante pronóstico va decantado […]

  10. […] por la experiencia maravillosa del viaje. Esta era la persona que le había prestado a Rosa el libro de Elisabeth Haich. Un poco después un peregrino, Isidoro, que era un calco de un profesor de instituto y de […]

  11. […] María: ¿Tú conoces a Rosa de Orio, la mujer que tiene el albergue de peregrinos? […]


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